TENET, Christopher Nolan
- A.K.A
- 3 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 27 sept 2020
A todos nos hace gracia alguna vez que otra escuchar el sonido que reproduce una grabación al ser rebobinada. Ese efecto reverso de la voz como hilo conductor de algo único y espectral, siendo nosotros mismos los productores de ese anagrama temporal, tiene algo que nos atrapa. Lo mismo pasa con la burda imitación con gestos desacompasados al hacer que caminamos de adelante hacia detrás. No se me ocurren muchos más ejemplos de los que podamos ser capaces de parodiar medianamente bien, por ello siempre, tristemente, estas técnicas ancestrales rebosantes de creatividad están destinadas a cansarnos rápidamente debido a su brevedad y sobre todo intensidad. Aún así, con eso nos vale. Nos es suficiente el magnetismo lúdico que desprende el sentirnos Chronos por un tiempo limitado, habiendo asumido ya que no hay muchas más modalidades de jugar a atrapar el tiempo.
No compartirá el mismo parecer Christopher Nolan, quien lleva toda una vida fílmica dedicada y empeñada a resquebrajar el cronómetro dándole saltos, vueltas e inversiones espacio temporales. Cada uno tiene sus tocs y sus enigmáticas manías, diferentes formas de ver la línea de la vida que, a priori, se tercia recta. Pero el empeño del británico es considerable y meritorio cuando en la gran pantalla todo parece cobrar un sentido que de primeras una mente se trastabilla al imaginar. Su última referencia es Tenet, estrenada hace menos de una semana y retrasada en varias ocasiones por la pandemia, un palíndromo temporal que a ritmo de cine clásico nos mete de lleno en saltos temporales, presentes en pasado y futuros apocalípticos.
Al ser experto acróbata del tiempo, Nolan está acostumbrado a que a la mayoría de sus películas se les atribuya la necesidad de ser comprendidas mínimamente al segundo visionado, por ello Tenet depende un poco de como te levantes. Si vas bien previsto de los guiños clásicos del director no hace falta sacar boli y papel, a no ser que tengas una tarde mala y no entiendas nada a la primera. Tenet no es tan difícil como se ha catalogado, algo que en las anteriores referencias del británico no pasa. Y quizá sea porque te lo cuentan todo. Desde las diferentes teorías físico moleculares hasta cómo funciona el tiempo dentro del grueso de la película. Tenet es un puzzle ya hecho que antes de enmarcar lo tiras al suelo para demostrar que sí, que ahí estaban las 1000 piezas que se describe en la caja.
Veremos volteretas temporales de idas y venidas donde la idea principal se resume en un juego de espías propio de las primeras películas de la saga ‘Misión Imposible’, con reminiscencias de los James Bond más clásicos. Un 007 protagonizado por John David Washington, que se mete de lleno en convertirse en la salvación del mundo a base de puñetazos y volantazos mientras el malo malísimo quiere ver cómo todo acaba en pedazos. Esa es la trama, los juegos y rebobinados son el método de ilusionista para enganchar hasta cierto punto del metraje, porque más allá de ahí son elucubraciones y quebraderos de cabezas para intentar adivinar qué escena es del futuro y cuál del pasado.
Un agujero negro de los que le gustan al director al que poco a poco nos vamos sumiendo y así abandonando el mejor estilo de la película, siendo este el primero, el de pistolas con silenciadores y lenguajes que suenan a checheno. Aunque si vamos a ver Tenet aceptamos que van a jugar con nosotros, esta ya nació con la columna vertebral formada, como película de autor, como película de Nolan. No nos será válido rebuscar el ticket en el bolsillo trasero al ver que Tenet no ha llegado a ser la película que iba a salvar el mundo del cine contra la pandemia. No es el mesías de 2020, ni tampoco nos hace olvidar la catástrofe que se vive en las salas, pero a falta de nada, nos queda decir que visualmente es una de las mejores referencias hasta la fecha.

La idea del tiempo siempre fue buena, pero quizá demasiado enrevesada para dejarse llevar y disfrutarla como prometía su avance. Las líneas temporales empiezan a perder eficacia cuando se cuelan demasiadas peleas, ruidos de motor, cristales, cocinas reventadas, helicópteros, guerras por equipos y aviones en llamas. No hay nada de espacio para forjar un propio pensamiento, para pararnos a pensar si lo estamos entendiendo del todo. Sin embargo a nivel técnico es, sin ningún tipo de duda, posiblemente la película del año.
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